sábado, octubre 14, 2006

A propósito de Freakonomics...

¿Es realmente posible pensar en el aborto como un medio de control de la delincuencia?

Los autores del libro Freakonomics opinan que si, ahora me gustaría saber la opinión de ustedes, lean ésto primero, se los agradecería.

EL LADO OCULTO DE TODAS LAS COSAS

A cualquiera que haya vivido en Estados Unidos a principios de los noventa y prestase una pizca de atención a las noticias de la noche o al periódico de cada día se le perdonaría el haberse muerto de miedo.
El culpable era el crimen. Había ido aumentando implacablemente —una gráfica que trazara el índice de criminalidad en cualquier ciudad norteamericana durante las últimas décadas semejaba una pista de esquí de perfil— y parecía anunciar el fin del mundo tal y como lo conocíamos. La muerte por arma de fuego, intencionada o no, se había convertido en algo corriente, al igual que el asalto y el robo de coches, el atraco y la violación. El crimen violento era un compañero horripilante y cotidiano. Y las cosas iban a peor. Así lo afirmaban todos los expertos.
La causa era el denominado «superdepredador». Durante un tiempo estuvo omnipresente: fulminando con la mirada desde la portada de los semanarios, abriéndose paso con arrogancia entre los informes gubernamentales de treinta centímetros de grosor. Era un adolescente canijo de la gran ciudad con una pistola barata en la mano y nada en el corazón salvo crueldad. Había miles como él ahí fuera, nos decían, una generación de asesinos a punto de sumir al país en el más profundo caos.
En 1995, el criminólogo James Alan Fox redactó un informe para la oficina del fiscal general del Estado que detallaba con gravedad el pico de asesinatos perpetrados por adolescentes que se avecinaba. Fox proponía un escenario optimista y otro pesimista.
En el escenario optimista, creía que la tasa de homicidios cometidos por adolescentes se incrementaría en otro 15% en la década siguiente; en el escenario pesimista, sería más del doble. «La próxima oleada criminal será de tal envergadura —declaró—, que hará que 1995 se recuerde como los buenos tiempos.»
Otros criminólogos, politólogos y doctos analistas plantearon el mismo futuro horrible, como lo hizo el presidente Clinton. «Sabemos que tenemos alrededor de seis años para solucionar el problema de la delincuencia juvenil —declaró—, o nuestro país se verá inmerso en el caos y mis sucesores no pronunciarán discursos acerca de las maravillosas oportunidades de la economía global, sino que tratarán de que la gente consiga sobrevivir en las calles de nuestras ciudades.» El dinero de los inversores inteligentes se encontraba claramente en el crimen.
Y entonces, en lugar de seguir aumentando la criminalidad comenzó a descender. A descender y descender y descender aún más. La caída resultó sorprendente en varios sentidos: era omnipresente, las actividades criminales, en todas sus categorías, disminuían a lo largo y ancho del país; era constante, con descensos cada vez
mayores año tras año; y completamente imprevista, sobre todo para los grandes expertos que venían prediciendo lo contrario.
La magnitud del cambio resultaba increíble. El índice de asesinato adolescente, en lugar de aumentar el 100% o incluso el 15% como había advertido James Alan Fox, cayó más del 50% en cinco años. En 2000, el índice de asesinatos en Estados Unidos había
descendido al menor nivel en treinta y cinco años. También lo hicieron los índices de todos los tipos de actos criminales restantes, desde las agresiones hasta los robos de coches.
Aun cuando los expertos no habían anticipado el descenso de la criminalidad —que, de hecho, ya se estaba produciendo cuando realizaron sus espeluznantes predicciones—, ahora se apresuraban a explicarla. La mayor parte de sus teorías resultaban perfectamente lógicas. La economía emergente de los noventa, argumentaban, ayudó
a hacer retroceder el crimen. Fue la proliferación de las leyes para el control de las armas, decían. Era el tipo de estrategias policiales innovadoras que se aplicaron en la ciudad de Nueva York, donde los asesinatos descendieron de 2.245 en 1990 a 596 en 2003.
Estas teorías no sólo eran lógicas, sino que además resultaban alentadoras, porque atribuían el descenso de la criminalidad a iniciativas humanas específicas y recientes. Si lo que había acabado con el crimen era el control de armas y las estrategias policiales inteligentes, bueno, entonces el poder de detener a los criminales siempre se había hallado a nuestro alcance. Como lo haría la siguiente vez, Dios nos libre, que el crimen se agravara de semejante forma.
Estas teorías se abrieron paso, al parecer sin cuestionamiento alguno, desde las bocas de los expertos a los oídos de los periodistas y a la opinión pública. En breve pasaron a formar parte de la sabiduría convencional.
Sólo presentaban un problema: que no eran ciertas.
Entretanto, existía otro factor que había contribuido enormemente al extraordinario descenso de la criminalidad en los noventa. Había tomado forma veinte años antes e implicaba a una joven de Dallas llamada Norma McCorvey.
Como la mariposa del proverbio que bate sus alas en un continente y finalmente provoca un huracán en otro, Norma McCorvey alteró de forma espectacular el curso de los acontecimientos sin pretender hacerlo. Lo único que ella quería era abortar. Era una mujer de veintiún años, pobre, sin educación, no cualificada, alcohólica y consumidora de drogas, que ya había entregado a dos hijos en adopción y ahora, en 1970, se encontraba de nuevo embarazada.
Pero en Texas, como en casi todos los estados del país en esa época, el aborto era ilegal. La causa de McCorvey fue adoptada por gente mucho más poderosa que ella. La convirtieron en la litigante principal en una demanda colectiva por la legalización del aborto. El demandado era Henry Wade, fiscal del distrito del Condado de Dallas. El caso llegó finalmente al Tribunal Supremo de Estados Unidos; para entonces, el nombre de McCorvey había sido disfrazado como Jane Roe. El 2 de enero de 1973, el tribunal falló a favor de la señorita Roe, permitiendo así el aborto legalizado
en todo el país. Aunque entonces ya era demasiado tarde para que la señorita McCorvey/Roe abortase: había dado a luz y entregado al niño en adopción. (Años más tarde renunciaría a la causa de la legalización del aborto y se convertiría en una activista pro vida.)
En lo que respecta al crimen, resulta que no todos los niños nacen iguales. Ni mucho menos. Décadas de estudios han demostrado que un niño que nace en un entorno familiar adverso tiene muchas más probabilidades de convertirse en un delincuente. Y los
millones de mujeres con mayores probabilidades de abortar tras el caso «Roe contra Wade» —madres pobres, solteras, adolescentes para quienes el aborto ilegal resultaba excesivamente costoso o inaccesible— con frecuencia constituían ese modelo de adversidad.
Eran esas mujeres cuyos hijos, en caso de nacer, tendrían muchas más probabilidades que la media de convertirse en delincuentes. Pero como consecuencia del caso «Roe contra Wade», esos niños no nacían. Esta causa poderosa tendría un efecto tan drástico como lejano: años más tarde, justo cuando esos niños que no nacieron
habrían alcanzado la edad de convertirse en delincuentes, el índice de criminalidad comenzó a caer en picado.
No fue el control de armas o un fuerte crecimiento económico o las nuevas estrategias policiales lo que finalmente atemperó la ola de crimen en Estados Unidos. Fue, entre otros factores, el hecho de que la fuente de criminales potenciales se había visto reducida de forma drástica.
Ahora bien, cuando los expertos en la caída de la criminalidad (antiguos catastrofistas) relataban sus teorías a los medios de comunicación, ¿cuántas veces citaron la legalización del aborto como una causa?
Ninguna.

Extracto del libro: Freakonomics
http://www.antartica.cl/antartica/servlet/LibroServlet?action=fichaLibro&id_libro=48416

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Me parece increible.... no, la verdad es que no me lo parece. Que una persona norteamericana cambie de opinion respecto a algo con lo que lleva mareando la perdiz durante años, no es nada insólito. Estoy de acuerdo que un ambiente hostil repleto de carencias, tanto económicas como afectivas, facilita las cosas a la hora de ser un delincuente. Todos sabemos que la sociedad americana es un autentico desastre, aunque se empeñe en demostrarnos con sueperproducciones lo maravilloso del sueño americano. Me parece una burrada decir que el aborto haría descender la tasa de criminalidad juvenil en un país donde cualquiera, desde niños de 15 años, puede tener un arma sin el más minimo problema. Mafias, corrupción, drogas.... intentar establecer una legislación al respecto, con reglas realmente drásticas que cortase de raiz eso.... Repito, si el ambiente es hostil hay más probabilidades de ser un delincuente, pero no todas. Por esa regla de tres, miles de norteamericanos donde su padre les pega, o su madre, o donde haya una banda, serian criminales en potencia. El aborto no es la solución, la solución empezaría por una educación social, cívica e intelectual, además de ayudas económicas para familias que realmente lo necesitan, con un seguimiento para que ese dinero no sea utilizado para drogas o juego... Niños con educación, metas, ilusiones y con opciones para llegar a ser lo que quieran... Si consiguen eso, no lo buscarán ni robando, ni matando por dinero.
No sé hasta que punto mi opinión no resulta una utopía... pero bueno... ahí queda ^^

8:24 a. m.  
Blogger Mauricio said...

mmm interesante, aunque creo que la solucion no etsa en el aborto, como tal, creo que la solución esta en de una vez por todas poner politicas de natalaidad fuertes, desde hace año que el ser humano se dedica a reproducirce y reproducirce sin tener en cueta la real capacidad del planeta, es asi como hay mucha población que no logra acceder a lo optimo, independiente de la flata de oportunidades y de educación, eso hace que las personas se frustren y caigan en la desesperacion y en la tetación de lograr todo de la forma fácil, pero tener politicas de natalidad es una utopia, tal y como legalizar el aborto, ya que siemrpe hay poderes facticos que se oponen, bueno además la sociedad norteamericana es una sociedad constantemente bombardeada por campañas del terror, y eso hace que la gente se torne más violenta.

9:24 p. m.  

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